viernes, 22 de enero de 2021

"Ciudad mori", Sergio Mayor. Karima editora, 2020.

 




¿Es todo proyecto literario una forma camuflada de autobiografía? ¿Es imposible no decir yo, como afirmaba Samuel Beckett? Esta cuestión bizantina que in illo tempore nos hacía distraernos en exceso, a estas alturas nos la trae un tanto al pairo. Un libro es una cuenta de resultados, no de las intenciones que lo puedan alumbrar, cuento que cada vez nos aplicamos con más rigor. En “Ciudad mori” no está claro si el que nos habla es el autor, su alter ego, o hay eco de aquellos “fingimientos” de los que hablaba Pessoa; tampoco qué lugar debe ocupar este libro en una estantería: ¿novela?, ¿dietario?, ¿autoficción? Y aunque pudiera parecerlo, Sergio Mayor no practica vilamatismo. Nada de metaliteratura, literatura con mayúsculas.

 Descubrí a Sergio Mayor hablando de Dios en las redes sociales, dotando a éstas de cierta gravitas, necesaria ante tanta banalidad. Recuerden ustedes lo que de la teología decía Borges, calificándola como literatura fantástica, la perfección del género.

 Como fantástico nos parece este libro que no me atrevo a clasificar. Hoy por hoy lo tenemos como un misal, un devocionario para llevar consigo y consagrarlo en los palacios, en las catedrales y en los lupanares. “Ciudad mori” habla de una ciudad donde se deposita el tiempo, así como de la aparición de una mujer, una suerte de Daena o Shekinah, revelación semejante a las que sufrieran Dante, Cirlot, o aquel personaje de Bioy Casares.

Uno, ya un tanto hastiado de los poetas confesionales, de esos que hasta Platón hubiera aceptado por inofensivos para su República, y de los bestsellers que acaban  a la postre en series televisivas, ya casi había tirado la toalla. Y mire usted por donde hemos encontrado a un grandísimo escritor en las redes sociales. Cuenta que vive en un paisaje áspero, una Jordania granadina, una especie de Comala donde la gente no sabe si está muerta o viva. Habita los templos y las tabernas y a veces deambula por el desierto como aquellos ascetas giróvagos que conoció Ibn Arabi que iban de un lado para otro y se alimentaban de higos secos. Estos escritores surgen rara vez y también lo hacen como una revelación. En el siglo XXI los seres numinosos ya no se manifiestan en las cuevas ni en las encinas: dichas epifanías te las puedes encontrar en el Facebook o en un pasillo del Mercadona. Se trata de estar atentos. Mayor podría haber optado por quedarse en bartleby, pero para nuestra suerte ha reunido sus textos en un volumen que le agradecimos en su día con corazones en el invento de Zuckerberg, y ahora humildemente desde aquí.

2020, un año para olvidar, nos ha dado como regalo un libro inolvidable.

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